¿Jugamos Juntos?

       Dos personajes que buscan una historia. Arman y desarman, juegan. Hasta que ponen manos a la obra para construir su propio teatro.

      Así encuentran una semilla, la plantan y comienza la historia de Rabanito, “un príncipe encerrado en su castillo vegetal”. Crecer no es fácil, pero en el encuentro con los chicos él descubre el valor y la fuerza para salir y crecer.

             Teatro de actor de alto impacto poético.

Sonido, música, chicos y teatro

     La elaboración musical en la obra, a diferencia del género "musical", es interna. Quiere decir que son los actores los que juegan también con los instrumentos y el sonido. Generan ámbitos sonoros, energías que completan la escena. Esto cumple, además de la función estética deseada, una función pedagógica: ver de donde sale el sonido.

     Así un actor toca una melodía en un clarinete de caña, acompañando con los pies en polirritmia mientras otro actor juega con un globo. Suena un colchón armónico producido por una calimba mientras otro actúa su poesía. Arman el espacio escénico con polirritmias (6/8 3/4) pero producidas por el mismo cuerpo percutido de los actores. O incluso en las oportunidades que hay música grabada (compuesta para la obra) son los actores los que la toman como un elemento más de la escena . Usan la música para actuar.

     Por otro lado, en lo referente a la identidad musical, la obra esta construida sobre la polirritmia 6/8 3/4 que da origen a muchos de nuestros ritmos folclóricos (malambo, chacarera, etc.). Así lo ritual se hace presente de la mejor manera posible: desde nuestra identidad. Todo esto acompañado por una melodía patrón que transcurre por diferentes timbres y en diferentes contextos sonoros. De este modo el mundo sonoro que se le ofrece al niño tiene una lógica para ser aprehendida teniendo en cuenta su oído. Así se abren las puertas a la percepción y al disfrute.

Adiós RUIDO. Bienvenida sensibilidad musical.